En una mañana marcada por la calidez y el aroma a café, la vida de Susana Argüello en Saravena se convierte en el testimonio vivo de un cambio que está transformando a miles de mujeres en Colombia. Tras 32 años de servicio ininterrumpido como madre comunitaria, Argüello personifica la vocación silenciosa que, según ella, finalmente ha sido reconocida y dignificada.

Con una sonrisa tranquila y un gesto amable, Susana recibió a la prensa en su hogar, un espacio que ha sido el primer aula y refugio para incontables niños y niñas del municipio. “Yo empecé jovencita, con ganas de ayudar a los niños y niñas, sin imaginar que este sería mi camino”, comentó, mientras saludaba con calidez a los pequeños que llegaban para iniciar su jornada. Sus ojos, llenos de memoria, recuerdan los primeros años, cuando los recursos eran escasos, pero la voluntad de servir era inmensa. “Aquí crecieron muchos que hoy son padres, maestros, policías, doctores… eso me llena el corazón de orgullo”, aseguró.
Reconocimiento Histórico: Subsidio de Subsistencia
La conversación se centró rápidamente en el cambio más significativo que ha transformado su vida y la de sus compañeras: el subsidio de subsistencia. Para Argüello, este beneficio representa un reconocimiento real al trabajo fundamental que han realizado durante décadas.
Las cifras del programa reflejan la magnitud de este compromiso gubernamental. El número de madres comunitarias beneficiadas pasó de 4.993 en 2023 a 14.964 en 2025, un aumento cercano al 200%. Más relevante aún es el incremento en los montos del subsidio: las cifras que antes oscilaban entre $360.000 y $440.000 ahora alcanzan los $1.139.000, $1.244.000 y $1.353.000, equivalentes al 80%, 90% y 95% del salario mínimo legal vigente.
“Eso cambió mucho las cosas. Antes alcanzaba para muy poco, pero ahora puedo pagar mis medicamentos, apoyar a mis nietos y sentirme tranquila”, comentó Susana con evidente alivio. Otras madres comunitarias de Saravena coincidieron en que el subsidio no es solo un ingreso, sino un acto de dignificación que les ha devuelto la estabilidad y reafirmado su compromiso.

Al concluir, Susana Argüello miró con serenidad y esperanza: “Este logro es gracias a que trabajamos juntas y el Gobierno escuchó nuestras voces. Nunca dejamos de creer que el cambio sí podía llegar”. Su historia es la voz de miles de mujeres que, al ser escuchadas, confirman que las madres y padres comunitarios son hoy cocreadores del cambio y constructores de un país con más dignidad.